Por el presente manifiesto, las diferentes organizaciones políticas representativas de la izquierda leonesa (Agamecha, AGORA País Llionés, Mocedá en Pié, RUCHAR Mocedá Llionesa y Xuntanza) queremos expresar una valoración respecto de la fiesta oficial de la autonomía de Castilla y León, que se celebrará el próximo 23 de abril:
Si bien compartimos una opinión positiva tanto respecto del acontecimiento histórico como de su romántica significación política, nos damos cuenta de su actual banalización. Nos resistimos a su simbolización concreta e instrumentalización al servicio de los fines políticos particulares de la demarcación administrativa de Castilla y León, cuyo espíritu es difícilmente compatible con el cuestionamiento de la legitimidad de las instituciones que late tras la revuelta comunera.
Castilla y León, una negociación a la baja en el contexto de la Transición, es hoy un eficaz dispositivo anti-político dentro del cual toda demanda sociopolítica se entiende como problemática. Ha servido durante más de treinta años para garantizar oscuros procesos de acumulación capitalista a nivel local y mundial cuya contrapartida es la emigración, el desarraigo y la desecación de los espacios populares, con especial incidencia en aquellos que, como nuestro país, presentan rasgos culturales diferenciales. Es la política reducida al intercambio de bienes y servicios y a un cicatero equilibrio de pérdidas y ganancias cuya lógica jamás se osa interrumpir y que, a partir de ese punto, solo ofrece posibilidades residuales. Por ello, la evocación y festejo del modelo histórico comunero, decididamente político e insurreccional, nos parece una burla cruel, secundada acríticamente por buena parte de la izquierda institucional.
Después de treinta y cuatro fiestas autonómicas, la sociedad leonesa sigue viviendo con extrañamiento el principal evento conmemorativo de un proyecto territorial que se suponía común. Es asombroso el hecho de que la práctica totalidad de las organizaciones políticas institucionales y partidos de ámbito estatal (sorprende en especial la de los partidos políticos emergentes) ignoren por completo la eficacia simbólica de esta falta de adhesión social y que este hecho no mueva a realizar sobre ello ninguna reflexión crítica. El rasgo encaja típicamente en el perfil de las llamadas «democracias de consenso», de las que Castilla y León es un ejemplo singular, aunque no único; democracias de consenso o postdemocracias que se caracterizan por sostenerse sobre un cómputo equivocado de carácter general que incluye, claro está, los marcadores de identidad nacional: entender que son todos los que están y que están todos los que son, a pesar del creciente desafecto de la ciudadanía hacia las instituciones representativas. Sin embargo, siguen operando diariamente sobre la ficción de ostentar la capacidad y la legitimidad democrática en la representación del todo.
Las organizaciones que compartimos la necesidad de denunciar este colapso del sentido crítico, proponemos una alternativa de resistencia a la máquina institucional que modela las comunidades humanas, que urde este régimen conforme al cual lo negro es blanco y lo blanco es negro a la manera en que, por ejemplo, la fiesta comunera es resignificada y subvertida en sus valores antagónicos.
Nuestra alternativa de resistencia pasa por propiciar los momentos políticos, aclarando que la verdadera política nunca se puede identificar con lo que en la actualidad se festeja el día 23, esto es, precisamente, el curso ininterrumpido de los actos de los gobiernos, sino con la interrupción de dicho curso y la redefinición posible de formas alternativas de gestionar lo común. El momento político será aquel en el que las personas excluidas del orden político, la parte de las que no tienen parte en el sistema o aquellas a las que se asigna un orden subordinado o marginal, rehúsan el rol que se les endilga y demandan ser vistas y escuchadas de modo que lo que no contaba al principio acabe contando.